El estrés es algo cada vez más frecuente en nuestra sociedad, ha llegado a ser denominado como el mal del siglo XX. El estrés que hay en nuestras vidas y su relación con la seguridad vial es de especial relevancia ya que bajo su influencia se incrementa la probabilidad de sufrir un siniestro, además de que las propias situaciones de tráfico se constituyen con frecuencia en una fuente de estrés para el conductor.
Como conductor, es importante conocer que el estrés nos puede afectar de dos maneras: a) el estrés que sufras por tus circunstancias vitales va a influir de manera importante en tu forma de conducir (cambios bruscos como ser despedido, casarse, encontrar un nuevo trabajo, metas excesivamente elevadas, sobrecarga o falta de trabajo, cambio de domicilio etc.) ; b) el propio sistema de tráfico contiene muchos elementos que son una fuente de estrés por si mismos (hacer maniobras peligrosas, ser testigo de un accidente, circular con prisa al volante, sufrir atascos, el ruido etc.).
Pero el estrés es un proceso psicológico normal que se origina cuando se te presenta una fuerte exigencia y no sabes como responder a ella. Si ante esta demanda pudieras responder de forma eficaz e inmediata, no se producirían las consecuencias negativas del estrés. Por ejemplo si vas conduciendo y tras una curva descubres delante de ti un accidente, coches de policías, ambulancias, reaccionarás y adoptarás una actitud de alarma para actuar con rapidez (tu corazón se acelera para poder actuar de inmediato, prestarás más atención a la vía y cambiarás de postura para moverte con mayor soltura).
Sin embargo, si la respuesta de alarma se hace demasiado intensa o si se prolonga durante mucho tiempo, el estrés puede pasar de ser un mecanismo adaptativo a ser un serio problema de salud.
En las situaciones de tráfico, las manifestaciones de estrés suelen ser inútiles, contraproducentes y aumentan los riesgos para la seguridad.
En la fase de alarma el organismo moviliza mucha energía por lo que puede dar lugar a una conducción imprudente y/o temeraria; si la situación de estrés se mantiene (fase de resistencia) aumenta la impaciencia, competitividad y disminuye la tolerancia a la frustración; si el estrés continua el organismo entra en una fase de agotamiento donde hay una merma de las funciones cognitivas, en consecuencia tendremos lentitud de movimientos, incapacidad de tomar decisiones, falta de atención y de reacción al volante.
Para evitar las consecuencias negativas del estrés, lo más importante es tratar de mejorar las estrategias que utilizas para afrontar situaciones, especialmente si eres conductor profesional o si utilizas el vehículo de manera habitual.
Para ello, buscar un profesional especializado es fundamental para acortar la duración de los periodos de estrés, reducir su intensidad y conseguir prevenir su futura aparición. Además no debes recurrir al alcohol, las drogas o los fármacos sin control médico. Con ello, a parte de mejorar tu salud y tu calidad de vida, lograrás también una mayor seguridad al volante.